Alepo,15 dic (SANA) Como es bien sabido por todos, la ciudad siria de Alepo es el corazón de la música árabe debido a su gran legado musical y sus grandes voces que impresionaron al mundo entero.
Uno de los artes auténticos más bellos, sublimes y originarios de esa ciudad son los Qudud religiosos (música sufista) que se transmitía oralmente de generación en generación.
Alepo -la madre del Tarab- como sus amantes suelen llamarla, pudo preservar este patrimonio audio-musical a través de los círculos de al-Zikr (círculos donde se expresa el amor y se hacen imploraciones a Dios y cánticos sufíes), gracias e ello, este arte espiritual se extendió por todo el mundo.
El gran y afamado compositor alepino, Omar Al-Batch (1885-1950), convirtió su casa en una escuela para dar clases sobre recitaciones religiosas, y desempaño un papel prominente como punto de referencia y guardián de las tradiciones del arte musical de Alepo.
Cuando el compositor egipcio Mohamed Abdel Wahab visitó Alepo en 1930, en búsqueda de información sobre los Moaxajas (cantos de origen andaluz), quedó asombrado por descubrir los rasgos estéticos y profundos de la música de Alepo.
Entre los poetas religiosos sirios más famosos del género de Qudud fue Abd al-Ghani al-Nablusi al-Dimashqi, quien murió en 1720. Es un poeta místico y un genio compositor que compuso una gran cantidad de melodías religiosas, especialmente las que se cantan en la famosa Mezquita de los Omeyas en la capital Damasco como la melodía del llamado colectivo a la oración y otras bien conocidas, y todavía se escuchan por toda la capital hasta el día de hoy.
Los Qudud o los cantos sufíes de Alepo fueron descritos como el punto de encuentro de la belleza y la meditación espiritual, y los músicos alepinos fueron capaces de crear música nueva, compleja y tradicional para demostrar otra vez que Alepo era y seguirá siendo la madre del Tarab.
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