Damasco, SANA
A menudo se piensa que las invasiones norteamericanas solo buscan llevar muerte, destrucción, miseria y una imparable espiral de violencia, motivadas por una mentalidad perversa y cruel. Y hasta cierto punto puede ser así, pero si algo caracteriza las infames guerras estadounidenses, no es la maldad sibilina sino la ignorancia más absoluta. Ignorancia porque no saben a dónde van, porque su carne de cañón no sabe ni para qué va, ni piensan en las consecuencias a largo plazo de su terrorismo.
Cuando el ejército de los EE.UU. aterrizó en Irak en 2003, pensaba que la guerra sería un paseo. En las filas pensaban que sería tan sencillo como llegar, ver y vencer. En ningún momento se plantearon qué podría pasar tras la invasión. Parecía que en Irak no había conflictos sociales, que podrían arrasar con todo sin consecuencias. Y así pues, soldados que ni siquiera sabían situar Irak en el mapa, llegaron para conquistar, matar, destruir y expoliar. Y mientras esos bandidos, ladrones y asesinos uniformados creían que se estaban convirtiendo en libertadores para los iraquíes, realmente estaban generando una insurgencia eterna; alimentada por el trauma de la violencia que la vuelve aún más violenta.
Y mientras esos bandidos, ladrones y asesinos uniformados creían que se estaban convirtiendo en libertadores para los iraquíes, realmente estaban generando una insurgencia eterna; alimentada por el trauma de la violencia que la vuelve aún más violenta.
La invasión de Irak hizo fuerte al al-Qaeda de Abu Musab al-Zarqawi, que destacó por su intento de exterminio de la mayoría chií de Irak con tácticas brutales, firmadas con su sadismo. Un al-Qaeda del que surgió el infame Estado Islámico. Y si bien los marines demostraron ser buenos destruyendo, pero nefastos construyendo, la población local demostró cuál es el significado de “derrotado pero no vencido”, creando Fuerzas de Movilización Popular por orden del Ayatolá Sistani para combatir al terrorismo allá donde el estado títere creado por la OTAN era incapaz de existir siquiera.
Han pasado los años y esas milicias fundadas en 2014, tras combatir al terrorismo del Estado Islámico, todavía no han terminado su lucha de liberación nacional, y aglutinando chiíes, suníes, cristianos y yazidíes, ahora se centran en hostigar a los estadounidenses, sus aliados y sus títeres en Irak. Es cierto que un sector de estas milicias está fuertemente ligado a Irán. Es cierto que son un poder paralelo al gobierno de Bagdad. Pero es importante recordar algo que obvian a conveniencia los palmeros de Washington que se limitan a hablar de estas milicias como “el invento de la Guardia de la Revolución Islámica Iraní”: las PMU son fuerzas locales que combaten a tropas extranjeras que llevan casi dos décadas invadiendo Irak, que son las primeras fuerzas que impidieron que el Califato de ISIS dominase todo Irak. Porque las Fuerzas de Movilización Popular (PMU) han sido determinantes en Ramadi, en Faluyah, en Mosul…
Aunque la presencia norteamericana en Irak no se termine, retirar las fuerzas de combate es un claro mensaje a las fuerzas insurgentes de la región: tantos años de guerra se han convertido en insostenibles para Washington.
Y en este contexto, ya sin el Estado Islámico como ejército organizado y capaz, y un estado iraquí incapaz de gobernar –de hecho, es incapaz de devolver la seguridad en sus principales ciudades–, este año las PMU han redoblado su hostigamiento hacia las fuerzas de EE.UU. Los últimos meses han lanzado más cohetes contra bases de la OTAN que en todo el año pasado. Y es en este contexto, intentando repetir los pasos de Afganistán, que Joe Biden y el Primer Ministro iraquí Mustafá al-Kadhimi han anunciado que para finales de 2021 habrá terminado la misión del Pentágono en Irak, lo que se traduce en la retirada de las fuerzas de combate estadounidenses tras 18 años de presencia ininterrumpida en el país. Es importante matizar, eso sí, que si bien se retirarán las fuerzas de combate, la misión de La Coalición continuará entrenando y asesorando al ejército iraquí.
Aunque la presencia estadounidense en Irak no se termine, retirar las fuerzas de combate es un claro mensaje a las fuerzas insurgentes de la región: tantos años de guerra se han convertido en insostenibles para Washington. Si bien Trump ordenó el asesinato de Qassem Soleimani para debilitar la posición iraní en Irak y Siria y descabezar a las Fuerzas de Movilización Popular, los cierto es que Irán mantiene intactos sus intereses en la zona pero ahora cuenta con dirigentes más radicales, y las Fuerzas de Movilización Popular están más fuertes que nunca… ahora con agenda propia. Los hechos dicen que como en Afganistán, a la larga EE.UU. también se retirará de Irak sin poder decir “misión cumplida”.
Es interesante que el anuncio de la retirada de fuerzas de combate se haga ahora, porque en octubre Irak celebra elecciones, y Kadhimi no es un claro vencedor. De hecho, ha decepcionado durante su mandato.
Y es interesante que el anuncio de la retirada de fuerzas de combate se haga ahora, porque en octubre Irak celebra elecciones, y Kadhimi no es un claro vencedor. De hecho, ha decepcionado durante su mandato. Es por eso que necesita aparentar cierto liderazgo, haciendo esta pantomima después de que el parlamento votase en enero de 2020 expulsar a las tropas de EE.UU. del país, y que la votación haya quedado en papel mojado; donde solo las milicias han atacado edificios y bases pertenecientes al ejército estadounidense. Por otro lado, el Pentágono ya no puede asumir más ataques con cohetes sin capacidad alguna para detenerlos, por lo que en un intento de reducir el desgaste, han optado por “maquillar” su ocupación, presentándose como asesores y no como invasores.
Lo que está pasando en Irak ya pasó en Afganistán. Primero, negando la retirada; después, sacando tropas poco a poco, y finalmente desentendiéndose ‘del estropicio’ por ser incapaces de haber cumplido objetivos ni mejorado la vida de los locales (y es que si hubo un objetivo, no fue ese sino la rapiña).
Y lo que pasa en Irak también terminará pasando en Siria, donde sus proxies, las fuerzas democráticas sirias, cada vez tienen menos que decir; y es que su gestión de los asuntos locales y las relaciones con sus vecinos son un auténtico desastre. Algo lógico teniendo en cuenta que son el activo más prescindible de la guerra, donde no tienen un calado real fuera de afinidades étnico-tribales. Cómo no, otra vez EE.UU. actuando a corto plazo, apoyando al primero que se deja manejar, sin entender en absoluto la realidad sobre el terreno. Vaya, qué inesperado. La hegemonía del ejército norteamericano, oficialmente, está acercándose a su final.
Por Alberto Rodríguez García
Fuente: RT