Damasco, SANA
La jornada electoral en Bolivia marca un antes y un después para el pueblo boliviano, para la región latinoamericana y para el mundo. El MAS ha demostrado una capacidad organizativa, de acumulación de fuerzas y de desarrollo formativo de su militancia que debe ser tomado en cuenta como ejemplo para todos los que luchan, en cualquier parte del mundo, para conseguir una transformación radical del estado actual de las cosas.
Los primeros datos, aún no oficiales, nos señalan una diferencia de más del 20% para el binomio de Lucho Arce y David Choquehuanca, recordemos que en las pasadas elecciones la diferencia del MAS liderado por Evo Morales fue del 10%. Es decir, según estos datos podemos asegurar que lejos del pretendido retroceso social y político que perseguía el golpe orquestado por la derecha boliviana, con la alianza fundamental de la OEA y el silencio de la llamada comunidad internacional, lo que ha ocurrido en Bolivia ha sido un reforzamiento para el proceso de emancipación y desarrollo que comenzaba en 2006.
Las reacciones no se han hecho esperar, la más llamativa sin lugar a dudas ha sido la de la presidenta golpista Jeanine Añez.
Jeanine Añez está en una posición muy delicada como máxima responsable jurídica de lo vivido en el país del cono sur durante el experimento golpista. Añez sería la máxima responsable de masacres como las perpetradas en Sacaba y Senkata en noviembre de 2019, unas masacres que han sido denunciadas tanto por la Comisión Interamericana de DDHH como por la propia Defensoría del Pueblo de Bolivia, unos crímenes de lesa humanidad que incluso aunque Añez huyese del país podría ser judicializado en base a la Jurisdicción Universal y sin posible prescripción del delito.
El propio gobierno de Añez ha sido muy consciente de esta circunstancia y así, tal y como se ha denunciado públicamente por los afectados, habrían intentado comprar económicamente a las víctimas de estas masacres sin éxito. Igualmente, muchos analistas argumentaban que una negociación a este respecto sería el punto clave que determinó la retirada de su candidatura electoral y el apoyo a la candidatura del derechista Carlos Mesa.
La Organización de Estados Americanos, o Ministerio de Colonias, como es conocido por muchos, quien jugó un papel destacado durante el golpe de Estado de 2019, de momento mantiene un perfil bajo. Reconoce los comicios pero pide cautela. En cierto sentido si pretenden una nueva jugada para evitar que el avance de la historia alcance a Bolivia se encontrarán con una realidad que les complica mucho iniciar ninguna acción. No obstante, al respecto de la OEA, personalmente, también pediría cautela porque nunca sabemos por cuál calle de en medio tratarán de tirar esta vez.
Uno de los elementos fundamentales que aparecen como tareas urgentes para el que presumiblemente ya es el nuevo gobierno boliviano es el control sobre sus propias Fuerzas de Seguridad. A muchos nos extrañó e incluso enfadó que, teniendo presentes otras experiencias, el gobierno de Evo Morales no hubiese atendido a un control más exhaustivo sobre estas fuerzas que además eran entrenadas históricamente por el propio EEUU. A fin de cuenta la conformación del Estado Plurinacional de Bolivia y su nueva constitución marcaban el inicio de un nuevo país, una construcción nacional que hacía que Bolivia dejase de ser una sucursal al servicio del imperialismo donde la mayor parte de su población era ajena al estado, para crear un proyecto político participado por toda su compleja y diversa sociedad en su conjunto. Un nuevo país que necesitaba una Fuerzas de Seguridad acorde a sus nuevos principios. No obstante, ¿era posible ese paso hace unos años?
En ese sentido, y sin caer en idealismos sobre un pasado que definitivamente no fue, si es importante centrar esfuerzos en el proyecto de país que renace hoy después de un año de letargo, un país que no solo viene con lecciones aprendidas sino que sale reforzado en su construcción, que es hoy más fuerte de lo que era hace un año y que por tanto tiene una mayor capacitación para trabajar con dirección firme y adelante.
El problema del ejército se resolverá en este devenir y espero no equivocarme pero el riesgo de una toma violenta del poder tras estos resultados está más lejos que antes porque ya no sería una guerra civil donde la población estuviese más o menos divida por la mitad, como tratan de hacernos creer en muchas ocasiones. Si el ejército se levanta en armas en este nuevo contexto estaríamos ante una guerra contra una mayoría civil perfectamente evidenciable y organizada. Y, aunque todo es posible, es improbable que una agresión con estas características se llevase a puerto.
En Bolivia hace un año fueron contra un hombre, obviando que tras él se encontraban multitudes. En Bolivia ayer se encontraron con un pueblo.
Por Carmen Parejo Rendón
Fuente: Revista la Comuna