Damasco, SANA
A partir del 2011, la guerra impuesta a Siria constituyó un complejo entramado promovido desde los centros de poder occidentales y los aliados en la región a través de una vasta ofensiva militar, la promoción del terrorismo y un bloqueo económico, comercial y financiero como nunca antes visto en el Oriente Medio.
Sin ofrecer opciones, todas las embajadas europeas, Estados Unidos y otros coaligados, cerraron sus puertas, bloquearon convenios comerciales suscriptos y que incluyeron, entre otras medidas, la negativa a imprimir papel moneda y congelamiento de cuentas bancarias.
Al tiempo que el sabotaje y saqueo de grupos terroristas laceraban la infraestructura de la nación, a Siria se le cortaron fuentes de exportación e importación de todo tipo de bienes, la prohibición de acceso a sistemas satelitales y las vías de transporte, marítimo, terrestre y aéreo.
Casi nueve años de agresiones militares, sumadas a las continuamente ejecutadas desde territorio israelí o de la zona ilegalmente ocupada de las Alturas del Golán, causaron pérdidas estimadas en 500 mil millones de dólares y la disminución en cerca del 25 por ciento del Indice de Desarrollo Humano previsto por Naciones Unidas.
La apuesta para destruir al Estado sirio no cesa, aún actualmente cuando el Ejército nacional neutralizó buena parte de las bandas extremistas y controla más del 92 por ciento de los 185 mil 180 kilómetros cuadrados del territorio. El reto de reconstruir al país es objetivamente posible, requiere de esfuerzo y coordinación porque fuerza de trabajo y capacidad técnica existe, según expusiera recientemente el presidente, Bashar Al Assad. Los daños más significativos a la infraestructura
Cifras oficiales señalan que los daños directos a la propiedad pública y privada sobrepasan los 90 mil millones de dólares, con cerca de 28 mil edificaciones total o parcialmente destruídos, 382 escuelas de todo tipo de enseñanza arrasadas y otras dos mil 500 afectadas medianamente, además de mil 110 alumnos y personal de la enseñanza asesinados.
A tales números hay que sumar mil 800 kilómetros de vías férreas saboteadas de los dos mil 450 existentes antes del conflicto, así como más de 50 puentes destruidos sobre todo en las provincias de Deir Ezzor, Hasaka y Raqqa.
Mientras, el Producto Interno Bruto (PIB) sufrió pérdidas de un 20 por ciento aproximadamente de los 64 mil 700 millones evaluados en el 2011 a la vez que más de una veintena de pozos de petróleo o gas están en manos de grupos extremistas o bajo el control de tropas estadounidenses ilegalmente presentes en el país en las regiones de Raqqa y Deir Ezzor.
Un sector de vitales ingresos como el turismo y que en el 2010 significó el arribo de ocho millones 628 mil visitantes, quedó virtualmente inexistente mientras que en el sector agrícola, en particular las producciones de trigo, cebada, patata y algodón, disminuyeron como promedio entre el 20 y el 25 por ciento con respecto a ocho años atrás.
En total, la infraestructura necesita inversiones por cerca de 42 mil millones de dólares, las facilidades de atención a la salud unos 11 mil millones, la educación en general precisa de cinco mil millones y los recursos hídricos y para agua potable, aproximadamente requieren de 140 mil millones.
A este dramático panorama se une la constante presión de un bloqueo comercial y financiero que impide incluso el envío de remesas desde el exterior, la ausencia de inversiones desde Europa Occidental y otros países, la congelación de activos en bancos y la activación e incremento constante de una lista de sanciones a 260 personas jurídicas sirias y 72 entidades, tanto públicas como privadas.
Situación actual
Para afrontar el reto y hasta fines del 2019, el Gobierno y entidades privadas lograron poner a producir 77 mil instalaciones industriales de 132 mil existentes, de ellas más de 16 mil en la provincia de Alepo, centro económico del país con 192 proyectos en ese sentido por valor de 250 millones de dólares, entre las que se incluyen plantas de cables eléctricos, maquinaria agrícola, papel y estructuras metálicas.
De igual forma, se reactivan las capacidades generales de las zonas industriales de Sheikh Nayyar, en Alepo, Adra, cercana a Damasco, así como la Hassya y similares radicadas en Homs y Hama, así como el remozamiento y modernización del puerto de Tartus en colaboración con Rusia.
Con particular énfasis se prevén inversiones a mediano y largo plazo para rehabilitar los aeropuertos de Damasco y Alepo, la reparación de vías férreas en Latakia y Tarrtus y la ejecución de planes agrícolas, cuya producción representa por el momento un 66 por ciento en trigo, 79 por ciento en cebada y 70 por ciento en la de las batatas, en comparación con casi nueve años atrás.
Asimismo, se aplican medidas en la generación de energía eléctrica, basadas en lo fundamental en el gas, con una notable disminución de las horas de apagones- ahora entre dos y cuatro horas diarias especiadas durante el día- y la reactivación de nuevas plantas en áreas cercanas a Damasco o en las provincias centrales de Homs y Hama.
El Estado sirio no pudo ser desarticulado y con esfuerzo enfrenta los actuales retos y tiene la expectativa de llegar hasta las 200 mil toneladas anuales de fosfatos, uno de los principales recursos naturales del país, así como la reactivación de minas y subsidios a trabajadores agropecuarios por más de 60 millones de dólares.
Frente a la realidad del bloqueo impuesto desde los centros de poder occidentales y de la región, la lucha contra el terrorismo, la compleja situación en el noreste del territorio nacional (provincias de Alepo y Hasaka fronterizas con Turquía), esta nación avanza y mantiene la labor de sus instituciones tanto para el sector público como para el privado.
Por Pedro García Hernández
Fuente: Prensa Latina