Palestina. Por amor a esos niños y niñas de Gaza

Hay fotos que lo explican todo. Casi no se necesitan palabras para intentar meterse en la piel y los ojos de esos niños que miran el cielo, de donde precisamente viene la muerte. Niños y niñas de Gaza, que desde que nacen ya intuyen que en otro punto de su territorio usurpado, hay mala gente que los considera “enemigos”.

Damasco, 29 oct (SANA) Niños y niñas que cuando tienen pocos años, tratan de evadir el dolor de tanta destrucción, hasta que se produzca el próximo bombardeo, jugando en las calles de su ciudad mártir.

Son momentos que le roban al miedo, para poder parecerse a otros niños del mundo.

Pero en el fondo, saben que son diferentes, debido a esos malditos que incluso en “tiempos de paz” sobrevuelan la Palestina ocupada rompiendo la barrera del sonido, y con esa explosión, logran que esos niños y niñas que se animan a corretear entre escombros o a acercarse a una playa desierta, se estremezcan por lo que pudiera venir muy pronto.

Niños y niñas de Gaza, que como esos dos hermanitos a los que días atrás una de las tantas bombas asesinas de los nazionistas, convirtiera su casa en un gigantesco cráter, de donde pudieron emerger, magullados y aturdidos, pero vivos.

Solitos, comenzaron a caminar hacia el hospital más próximo y una vez allí, el niño de seis años, abrazando todo el tiempo a la hermanita de tres, se sentaron en el piso del pasillo abarrotado de camillas, heridos, sangre, gritos de dolor, médicos y enfermeros desbordados.

En un momento, un paramédico voluntario los descubrió y el niño, sin soltarle la manito a su hermana, musitó: “nos quedamos solos, toda mi familia quedó enterrada después de ese gran ruido, yo ahora tengo que protegerla porque tiene mucho miedo”.

O esa otra chiquita que mirando a cámara, temerosa, dice: “todos los días me siento enferma, miro a mi alrededor y veo solo escombros y más escombros. ¿Qué puedo hacer, si solo soy una niña de 10 años? Le pregunto al mundo: ¿ellos, -por otros niños que la miraban con admiración- qué mal pueden hacer? Y sin embargo, señor, todo el tiempo nos tiran bombas para matarnos.

¿Por qué nos odian tanto por ser musulmanes?”

Niños y niñas de Gaza a los que sus familiares sobrevivientes de tanto horror les escriben en la mano o en el cuerpo su nombre y edad para que en caso de ser asesinados en el próximo bombardeo israelí, puedan ser identificados y no morir sin siquiera saber cómo se llamaba.

Niños que tienen desde muy pequeños la conciencia adulta de que hay que aferrarse a esa tierra que en algún momento muy lejano -75 años atrás, antes que llegaran “ellos”- era un espacio de paz.

Bien que lo sabe Ahmed, un pibito de 11 años, al que un periodista que estaba filmando uno de los tantos edificios demolidos por los misiles, encontró en un hueco que milagrosamente había quedado sin derrumbarse.

Allí, semi escondido y acurrucado, Ahmed resistía.

Y cuando el hombre le dijo que salga, que lo iba a llevar a un lugar seguro, él contestó: “esta es mi casa y tengo que cuidarla, ahora que mi mamá ya no está”.

Niños y niñas palestinas, al que los soldados invasores, en Cisjordania ocupada, le martillan las manos por tirar piedras a los tanques.

¿No lo creen? Sepan que hay una Asociación de niños y jóvenes con brazos amputados o a los que solo les quedan un muñón como muestra de la barbarie.

O aquellos niños y adolescentes de Gaza a los que los francotiradores sionistas baleaban en las piernas -desde el otro lado de la frontera- para que no puedan jugar al fútbol o directamente caminar.

Niños y niñas de Gaza que son odiados en la otra punta del mapa de ese territorio ocupado que se llama Palestina.

Allí, donde siguiendo el ejemplo de aquella nefasta Golda Meir que comparaba a los palestinos con “cucarachas”, varios altos referentes del sionismo no dudan en decir en voz alta lo que piensan.

Como la exministra de Justicia, Ayelet Shaked, que refiriéndose a las mujeres palestinas y sus hijos, advirtió: “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes.

De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”. A lo que el actual ministro de Defensa, Yoal Gallant agregó: “estamos luchando contra animales humanos”.

Pero a pesar de esa acumulación de dolores y odios que soportan sobre sus pequeños cuerpos, las niñas y niños de Gaza y de Palestina entera, no dejan de reír, jugar y soñar con que algún día podrán mirar al cielo sin temor, porque esos aviones que vomitan fuego, desaparecerán del hermoso cielo de Gaza y también de la Cisjordania ocupada, donde viven sus primos o hermanas.

Que llegado ese momento, la vida le ganará a la muerte, y podrán corretear en esa playas a las que hoy no pueden acercarse por temor a ser asesinados, o irán a sus escuelas y universidades, o viajarán a Hebrón, Ramalah, y también a la tan venerada Al Quds, para visitar la Mezquita de Al-Aqsa.

O celebrar la dicha de enamorarse y construir otro futuro que hoy se les niega por la prepotencia asesina de los invasores.

Ese día llegará sin duda, gracias a la pelea inclaudicable de todo un pueblo, de los hombres y mujeres de la Resistencia, que esos niños y niñas tanto admiran, porque saben que son sus hermanos mayores que están poniendo el cuerpo e incluso la vida para que Palestina siga existiendo.

Fuente: Resumen del Medio Oriente

Por Carlos Aznárez

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