A principios de la década de 2000, Washington imaginaba que la ONU y su Consejo de Seguridad aprobarían sin más cualquier iniciativa intervencionista de EEUU en el mundo, en defensa de la infame democracia y los derechos humanos. No obstante, como el teatro de Powell y los discursos de la Casa Blanca sobre la “amenaza iraquí” no convencieron al Consejo de Seguridad, EEUU actuó descaradamente de forma unilateral, ignorando cualquier precaución de la ONU, e invadió Irak el 20 de marzo de 2003.
Esta podría considerarse la fecha en la que murió la ONU, no en un sentido práctico, sino moral. Después de todo, EEUU, que había sido el principal defensor de las Naciones Unidas en 1945, se convirtió décadas más tarde en el país que ignoró descaradamente todos sus principios.
En 2003 quedó claro que Washington dejaría de seguir las mismas reglas que había contribuido a escribir y optaría por actuar unilateralmente para lograr sus intereses estratégicos, ya fueran económicos o geopolíticos.
Damasco, 7 oct (SANA) Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, surgieron en la escena mundial numerosas organizaciones internacionales, con diferentes formas, objetivos y principios.
Desde entonces, el principal pilar de la seguridad entre Estados ha estado representado por las Naciones Unidas. Sin embargo, hace ahora 20 años que uno de los principales defensores de la ONU, EEUU, enterró definitivamente la credibilidad de la organización.
Hay que recordar que fueron precisamente EEUU, el Reino Unido y la Unión Soviética quienes propusieron el orden de posguerra, basado en el principio del multilateralismo, la igualdad soberana de los Estados y la no intervención en los asuntos internos de otros países.
La idea era mitigar la política de poder emprendida por las naciones europeas durante la década de 1930, que a la postre desembocó en el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y conseguir que los países trabajaran a través de organizaciones internacionales con espíritu de cooperación para evitar nuevos conflictos en el futuro.
Así, la ONU fue creada para promover el entorno ideal en el que tendría lugar esta cooperación, al tiempo que desalentaba abiertamente “la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política” de cualquiera de sus miembros.
Para alcanzar sus nobles objetivos, la ONU contaba con un mecanismo de seguridad colectiva en el seno del Consejo de Seguridad, formado por EEUU, el Reino Unido, Francia, la Unión Soviética (sustituida posteriormente por la Federación de Rusia) y China (los llamados P5).
En su calidad de miembros permanentes del Consejo, estos cinco países no solo tenían derecho de veto sobre cualquier resolución propuesta en el órgano, sino que también se les atribuía la “responsabilidad primordial del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”.
Como tales, sus decisiones son vinculantes para todos los demás Estados miembros de la ONU.
Desde entonces, no es exagerado afirmar que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad mantienen un estatus diferenciado del resto de países, ya que concentran los principales mecanismos de resolución de conflictos a nivel internacional.
En definitiva, tal y como postulan los pensadores realistas y neorrealistas de las relaciones internacionales, hasta cierto punto es justo afirmar que el Consejo de Seguridad de la ONU fue en realidad un reflejo de los designios de las potencias aliadas vencedoras, representadas por EEUU, el Reino Unido y la Unión Soviética.
En cualquier caso, lo que se esperaba en aquel momento era que estas potencias fueran las principales responsables de garantizar no solo los principios que regían el Consejo de Seguridad, sino también los de la propia ONU.
A pesar de algunos problemas iniciales, la ONU sirvió de importante escenario para el diálogo entre las naciones durante todo el periodo de la Guerra Fría (1946-1991), evitando que la competencia entre EEUU y la Unión Soviética derivara en una Tercera Guerra Mundial por la supremacía mundial.
Sin embargo, tras la caída de la Unión Soviética en 1991, el papel de la ONU volvería a ponerse a prueba, esta vez en el contexto de un innegable e indiscutible predominio estadounidense en el sistema. Después de todo, con el orden mundial habiendo cambiado de bipolar a unipolar, no pasaría mucho tiempo antes de que los peligros de la hegemonía estadounidense empezaran a tener efecto.
La OTAN bombardeó Serbia en 1999, sin la aprobación del Consejo de Seguridad, obligando a Belgrado —ilegalmente— a retirar su Ejército de Kosovo. Moscú, al igual que el mundo, empezaba a ser testigo de episodios de unilateralismo militarista de EEUU, lo que provocó que varios países empezaran a cuestionar el papel de la ONU en la resolución de conflictos internacionales.
Pero el principal golpe a la reputación de la organización llegó unos años más tarde.
Fue durante el Gobierno de George W. Bush (2001-2009) cuando el Consejo de Seguridad se convirtió en escenario de una de las mayores mentiras políticas de la historia.
En febrero de 2003, Colin Powell (entonces secretario de Estado de EEUU) llevó al Consejo de Seguridad un frasco que supuestamente contenía ántrax para que se debatiera si Irak estaba produciendo armas químicas en secreto.
La descarada puesta en escena de Powell no bastó para convencer a los demás miembros del Consejo, que en aquel momento votaban resoluciones encaminadas a promover una solución diplomática (y no militar) a la crisis internacional que se estaba formando en torno al Irak de Sadam Husein.
De hecho, a principios de la década de 2000, Washington imaginaba que la ONU y su Consejo de Seguridad aprobarían sin más cualquier iniciativa intervencionista de EEUU en el mundo, en defensa de la infame democracia y los derechos humanos.
No obstante, como el teatro de Powell y los discursos de la Casa Blanca sobre la “amenaza iraquí” no convencieron al Consejo de Seguridad, EEUU actuó descaradamente de forma unilateral, ignorando cualquier precaución de la ONU, e invadió Irak el 20 de marzo de 2003.
Esta podría considerarse la fecha en la que murió la ONU, no en un sentido práctico, sino moral.
Después de todo, EEUU, que había sido el principal defensor de las Naciones Unidas en 1945, se convirtió décadas más tarde en el país que ignoró descaradamente todos sus principios.
En 2003 quedó claro que Washington dejaría de seguir las mismas reglas que había contribuido a escribir y optaría por actuar unilateralmente para lograr sus intereses estratégicos, ya fueran económicos o geopolíticos.
Con la invasión de Irak, que, como se demostró más tarde, no poseía armas químicas, el multilateralismo de posguerra inculcado en el espíritu de la ONU quedó en peligro para siempre, y con él la confianza de las naciones en el liderazgo benigno de EEUU. Al fin y al cabo, si el principal Estado responsable de cumplir las obligaciones a las que se sometió voluntariamente deja de ver sentido en cumplirlas, ¿qué señal envía ese Estado al sistema internacional?
El 20 de marzo de 2003, la ONU se vio incapaz de cambiar el destino de las naciones invadidas por los estadounidenses, ni de persuadir al resto del mundo de que sus normas y principios se respetarían en el futuro.
El golpe asestado por Washington a la reputación de la organización con la invasión de Irak en 2003 fue mortal y decisivo.
Las opiniones expresadas en este artículo pueden no coincidir con las de la redacción.
Por Valdir da Silva Bezerra
Fuente: Sputnik Mundo