Damasco, 04 may (SANA) Abundan en la ciudad de Damasco y sus alrededores los manantiales, de modo cuando el famoso viajero Ibn Jubair visitó esta milenaria urbe, dijo: “su gente disfruta de tanta agua dulce que a veces anhela la sed.”
Hace unos 800 años, los artesanos damascenos aprovecharon esta dádiva divina para crear fuentes de agua “Bahra, en árabe”, en los patios interiores de sus casas antiguas.
Esta peculiar obra arquitectónica se construye en el centro del jardín interior y se sobresale por sus bellas formas artísticas que pueden ser albercas rectangulares o redondas hechas de mármol estriado y coloreado.
La fuente está rodeada con plantas y hermosas flores, y flotan en sus aguas las hojas y los pétalos de las rosas.
Las virtudes de esta artesanía, que se remonta a la era mameluca y se llevó a muchos países árabes y europeos, son muchas ya que desempeñó un papel importante al bajar las temperatura en el verano y subirla en el invierno al aumentar la humedad.
Cualquier barrio, callejuela o piedra en el Viejo Damasco constituye un ejemplo maravilloso de una arquitectura única lo que hizo que esta ciudad mereciera ser incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Watfeh Salloum/fm