El autor narra quien y que significó para las mujeres Clara Zetkin, alemana, militante del ala izquierda de la socialdemocracia y dirigente del Partido Comunista Alemán y la que propuso la creación del Día Internacional de la Mujer.
Damasco, 9 mar (SANA) Una recordación importante para contrarrestar lo que la derecha hace sin pausa: promover el desconocimiento o desinterés por la historia. Esto lo recalcó Rodolfo Walsh en su célebre Carta Abierta a la Junta Militar, y lo escribió así: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”.
Lo mismo ha hecho la derecha con las luchas de las mujeres y las personas feminizadas: escamotear la larga historia de sus combates ganados y perdidos, sepultar en el olvido nombres propios y organizaciones, y las circunstancias de su actuación. Sin memoria, la lucha actual queda como suspendida en el aire. Sin pasado y como puro presente.
Tengo la impresión de que no son muchas las compañeras que conocen el nombre de quien propuso esa fecha, el 8 de marzo, y sobre todo sus razones. Por si no lo conocen, es importante traerla al orden del día. Quien lo hizo fue Clara Zetkin, alemana, militante del ala izquierda de la socialdemocracia y, una vez creado, dirigente del Partido Comunista Alemán hasta la llegada de Hitler al poder.
Zetkin elevó su propuesta en el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas que se celebró en 1910 en Copenhague, y lo hizo como homenaje póstumo a las 129 costureras industriales de la fábrica estadounidense Cotton Textile Factory, localizada en Washington Square, Nueva York, que habían adherido a la huelga de las costureras decretada para ese día.
La respuesta de la patronal fue terrible: encerrar a las obreras en la fábrica para impedir que abandonaran sus puestos de trabajo. Luego se produjo un incendio, que se supone fue intencional y a modo de escarmiento, y todas ellas murieron sofocadas por el humo o carbonizadas. Por eso Zetkin propuso que ese día fuese recordado para siempre como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Ese fue el nombre de esta jornada hasta que, en 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas convalidó esa fecha pero como el Día Internacional de la Mujer. Lo de “Trabajadora” se esfumó en el enrarecido aire de las burocracias internacionales y la oquedad de las negociaciones diplomáticas que tienen lugar en esa desprestigiada institución.
La lección que nos deja esta historia es que el feminismo, desde sus orígenes, solo puede serlo en la medida en que sea resueltamente anticapitalista. Feminismo y capitalismo son términos que se repelen mutuamente. El feminismo es liberación, el capitalismo es sometimiento. La lucha contra el patriarcado y la liberación de las mujeres es inescindible de la lucha anticapitalista. Al feminismo complaciente con —o indiferente ante— las injusticias estructurales del orden burgués se le expropian o neutralizan sus potencialidades transformadoras y se convierte en un dispositivo de legitimación de la sociedad burguesa.
La completa emancipación de las mujeres solo será posible cuando también se ponga fin a la dictadura del capital. Es preciso recordarlo en este día, traer al presente las luchas pasadas, saber que millones de mujeres pagaron con sus vidas sus luchas contra la explotación capitalista y la opresión del patriarcado en sus muchas e históricas versiones.
Fuente: Al Mayadeen Español