El gigante asiático es ahora el principal socio comercial de muchos Estados latinoamericanos. ¿Qué despertó este impulso y qué beneficios aporta Pekín a la región?
Damasco, 23 feb (SANA) La presencia de China en América Latina es un hecho innegable. En las últimas décadas, el interés de Pekín por los países de la región aumentó considerablemente y este interés es mutuo. El gigante asiático es ahora el principal socio comercial de muchos Estados latinoamericanos. ¿Qué despertó este impulso y qué beneficios aporta Pekín a la región?
La actual relación “entre China y los países de América del Sur y América Latina en su conjunto comenzó a principios del siglo XXI, centrada inicialmente en el comercio”, explica a Sputnik Renato Ungaretti, máster en estudios estratégicos internacionales de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS) e investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA).
“En la última década las relaciones se han profundizado gracias a las inversiones y la financiación de China y a los proyectos de infraestructuras”, precisa.
Añade que, desde una perspectiva latinoamericana, China puede contribuir a hacer frente a una serie de vulnerabilidades que padecen los países de la región.
“Es un mercado gigante para las exportaciones, es el principal socio de la mayoría de los países sudamericanos, principalmente Brasil, Chile, Perú, Uruguay y, más recientemente, Argentina y Chile. Pekín también puede contribuir a aliviar los cuellos de botella en infraestructuras que tiene la región, que son obstáculos para el desarrollo de los países latinoamericanos y sudamericanos”, destaca.
Desde el punto de vista de China, “hay mucho interés en conquistar mercados en Sudamérica para sus exportaciones de productos de media y alta complejidad”.
“A [China] le interesa exportar estándares tecnológicos en varios segmentos, desde las energías renovables hasta las telecomunicaciones. También está interesada en tener una relación más estrecha con los países de la región, incluso como forma de contrarrestar la influencia que Estados Unidos tiene en la región Asia-Pacífico”.
Preguntado por cuáles serían los cuellos de botella de la región, señala “el sector de las infraestructuras, las carencias en términos de servicio público, el acceso a la electricidad y el saneamiento”.
“Se habla mucho del caso de Brasil, que tiene la cuestión del Costo Brasil, que perjudica la competitividad de nuestra industria, de nuestras exportaciones”, subraya Ungaretti.
La región tiene necesidades de inversión en infraestructuras que no suelen estar cubiertas, y China se ha propuesto financiar en las últimas décadas una serie de proyectos de infraestructuras de transporte y energía que pueden contribuir al desarrollo de los países de la región, afirma el analista a tiempo de recordar que se han financiado proyectos hidroeléctricos en Argentina y Ecuador.
El investigador agrega que “de un modo u otro, las economías de la región están entrelazadas con la de China”, pero advierte de que esta realidad genera “un escenario de creciente interdependencia”.
Subraya que, aunque el gigante asiático sea un gran aliado, la región debe “tratar de diversificar sus socios, sus mercados, atraer inversiones de otras economías y preservar así su margen de maniobra”. Para ello, según él, también es muy importante la reanudación de los esfuerzos de integración, especialmente en el continente sudamericano.
Ungaretti asevera que la expansión de China en América Latina comenzó con mayor rapidez tras las políticas de reforma y apertura de finales de los años 70, cuando el país asiático se convirtió gradualmente en una potencia comercial y productiva. Culminó a principios de la década de 2000, cuando China ingresó en la Organización Mundial del Comercio (OMC). A partir de entonces, comenzó “una creciente implicación comercial con los países de la región”.
“Brasil, ya en 2009, empieza a tener a China como principal socio, rápidamente otros países también. De 2001 a 2010, Pekín empieza a cualificar cada vez más su presencia en América Latina, con inversiones directas de empresas chinas, inicialmente en el sector de los recursos naturales después con una presencia muy fuerte en el sector eléctrico”, subraya el experto.
Agregó que en el contexto global esta creciente asociación entre Pekín y los países latinoamericanos genera malestar en la otra parte del continente americano.
“Más aún si consideramos que en los últimos años hubo una competencia muy fuerte entre Pekín y Washington. Y, evidentemente, Estados Unidos no está muy contento con una presencia creciente de China tanto en América del Sur como en América Latina en general”, concluye.
Una relación más diversa y compleja
Desde el punto de vista comercial, “la economía latinoamericana es fundamental para China, como economía complementaria”, declara a Sputnik Amanda Harumy, profesora de relaciones internacionales en el Centro Universitario de la Fundación Santo André y directora del Instituto Diplomacia para la Democracia.
“Porque exportamos commodities, exportamos soja, carne, petróleo, mineral de hierro, que son fundamentales para este desarrollo chino que es muy acelerado. China tiene el 18% del PIB mundial”, subrayó la profesora al recordar que la economía china es un gran motor de la economía latinoamericana que “ya ha dependido históricamente de la exportación de commodities”.
“Pero en los últimos años, podemos decir que este proceso se ha acelerado y profundizado con el comercio con China. Nos hemos desindustrializado y dependemos cada vez más de la exportación de materias primas”, indica.
Harumy precisa que “la desindustrialización no es interesante para las economías latinoamericanas porque genera una baja diversificación económica”.
“Esto hace que nuestro crecimiento económico, nuestro PIB, sea muy vulnerable a los precios de las materias primas. Y los precios de las materias primas tienen un margen de volatilidad de acuerdo a la economía internacional. Cuando las materias primas están a buen precio, lo que podemos llamar el boom de las materias primas, hay un crecimiento de la balanza comercial. Pero a veces, cuando los precios de las materias primas caen, estas economías se vuelven frágiles. Así que no es interesante que dejemos nuestra economía totalmente relacionada con esto”, explica Harumy.
Agregó que la desindustrialización también perjudica al desarrollo de otras maneras.
“La industrialización es muy importante para desarrollar, por ejemplo, los salarios. Para reducir las desigualdades sociales en América Latina, se necesitan buenos salarios, y la industria trae una mano de obra más cualificada, con buenos salarios, a diferencia de lo que vemos en el sector agroindustrial que ha utilizado cada vez más la tecnología y [en el que] los salarios son bajos”.
Subraya que por eso es necesario diversificar la cooperación comercial con China e invertir más en transferencia de tecnología.
“Tenemos que hacer que nuestra relación actual sea cada vez más diversa y cada vez más compleja. No podemos deconstruir esta tendencia a exportar materias primas de Brasil de la noche a la mañana. Necesitamos mucha inversión en educación, ciencia y tecnología, una política destinada a construir un verdadero salto tecnológico de industrialización”, explicó la investigadora.
Sostiene que los países africanos ya tienen una relación de cooperación y transferencia de tecnología con China y resalta que, en el caso de Brasil, dirigir los esfuerzos en este sentido es fundamental.
“Cuando hablo de transferencia de tecnología, tenemos que ser conscientes de que Brasil está muy por detrás del desarrollo tecnológico mundial. Los países centrales están en una verdadera carrera tecnológica, tanto en biotecnología como en tecnología militar”, concluyó Harumy.
Fuente: Sputnik