Damasco, SANA
Cuba emplazó al gobierno de Estados Unidos por su complicidad en los disturbios ocurridos el 11 de julio, en los cuales utilizaron herramientas tecnológicas para crear la imagen de movilización popular que hoy intentan defender.
El ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, acusó a la administración de ese país norteño y en particular a la del estado de Florida de otorgar fondos a la empresa Proactivo Miami Foundation Inc, involucrada en la articulación de la campaña para incitar a la población a realizar acciones de desestabilización.
El canciller cubano denunció en conferencia de prensa que Washington identificó la pandemia de Covid-19 como una oportunidad para reforzar el bloqueo económico con motivaciones políticas, en un intento deliberado y cruel para asfixiar al país y provocar estallidos sociales.
Así lo prueba el hecho de que, de las 243 medidas coercitivas implementadas por la administración de Donald Trump (2017-2021) para recrudecer el cerco norteamericano sobre la nación caribeña, 50 fueron aplicadas durante la emergencia sanitaria.
A ello se suman los millones de dólares que cada año destina la Casa Blanca, de forma pública o encubierta, para fomentar la subversión, crear inestabilidad y fracturar el consenso social y la tranquilidad ciudadana, según aseguró Rodríguez.
Esta vez, sin embargo, las protagonistas fueron las tecnologías, pues a través de las redes sociales se echó a andar la maquinaria de manipulación, incitación a la violencia, migración irregular, desorden público e incluso el magnicidio.
Lo ocurrido el domingo 11 de julio no fue un movimiento popular como quieren hacer ver, enfatizó, y explicó que se trató de una operación mediática de gran envergadura, que inició a mediados del mes de junio con dinero del gobierno norteamericano.
Proactivo Miami Foundation Inc aparece en el centro de todo, pues esta compañía se articuló con medios diseñados para la agresión a la isla antillana, entre ellos ADN Cuba, y con los usuarios más prolíficos en el uso de la etiqueta #SOSCuba, que artificialmente convirtieron en tendencia mundial.
Para ello usaron robots que colocaron millones de mensajes en poco tiempo, detalló el jefe de la diplomacia cubana, quien puso como ejemplo que una sola cuenta desde España colocó más de mil tuits, a razón de cinco por segundo.
Relató que además acosaron a influencers para que promovieran la etiqueta y presionaron a personas reales para que cambiaran su localización, de manera que pareciera estaban en Cuba y de ese modo sostener que el 60 por ciento de los mensajes se originaron en la nación caribeña.
Rodríguez denunció que la compañía Twitter no activó sus políticas antispam ni cerró cuentas, a pesar de las advertencias recibidas sobre las violaciones a sus reglas de uso, en una actitud que catalogó de escandalosa y cómplice.
Irresponsable fue otro calificativo empleado por el canciller, al referirse a los políticos estadounidenses que promueven el despacho de medios navales desde Estados Unidos hacia la isla, a la vez que aludió a las relaciones entre personas que actuaron como agentes al servicio extranjero y diplomáticos.
Esperamos que el Gobierno de Estados Unidos no persista en las políticas de sus predecesores y que actúe con sentido ético, dijo, aunque se mostró sorprendido por la impunidad con la cual se alientan incidentes migratorios.
Si tuviera una preocupación sincera por Cuba, el presidente estadounidense podría tomar decisiones ejecutivas y modificar sustancialmente aspectos del bloqueo económico, incluidos aquellos relacionados con el enfrentamiento a la pandemia, como los que obstaculizan la adquisición de ventiladores pulmonares, sostuvo Rodríguez.
No obstante, afirmó, hechos como los del domingo no podrán apartar a Cuba de sus objetivos: enfrentar la pandemia, resolver los problemas, intensificar los intercambios con la ciudadanía y el debate sobre sus inquietudes, así como involucrar a las personas en la búsqueda de soluciones.
Contamos con la solidaridad internacional, añadió, y enfatizó en que la isla siempre actuará de forma soberana.
Por Karina Marrón González
Fuente: Prensa Latina