Damasco, SANA
La solidaridad militar rusa a Siria se extendió al campo de lo económico, cuando las autoridades de la nación euroasiática se comprometieron a eliminar las consecuencias del bloqueo que Estados Unidos trata de imponer al pueblo sirio, víctima de una agresión imperialista de más de una década.
Ambas partes firmarán en diciembre venidero un convenio sobre los pasos a seguir en este sentido, pero ya se conoce de medidas para fortalecer el área energética, mientras tropas rusas han tomado posiciones cerca de las instalaciones petrolíferas usurpadas por EE.UU. en el noreste.
El Ejército estadounidense entró en la provincia de Hasakeh desde el vecino Iraq, dirigiéndose al distrito de Al-Malikiyah, cerca del cruce fronterizo en la región noreste de Siria y la zona noroeste del Kurdistán iraquí.
Según fuentes del medio de comunicación Al-Masdar, un importante número de vehículos armados norteamericanos entraron a través del paso de Al-Walid, situado al norte del territorio iraquí, antes de dirigirse a la base aérea del distrito de Al-Malikiyah, en Hasakeh.
“Hace pocas horas, un convoy de 35 camiones cargados con material militar y logístico entró en la provincia de Hasakeh, a 866 kilómetros al noreste de la capital siria de Damasco”, especificó la agencia oficial de noticias siria SANA.
El propio Ejército Árabe Sirio procedió a detener un comando de cinco vehículos, cuando estaba próximo a un puesto de control en el enclave de Hammo, algo que fue vitoreado por la propia población siria, que se opone a la presencia norteamericana en su nación.
En varias ocasiones, los pobladores de esta región siria ya habían expulsado a destacamentos militares de EE.UU.
En cuanto a los efectivos rusos, estos están alertas, no sólo por lo que puedan intentar los militares enviados por Trump, sino porque Washington tiene en la zona a grupos mercenarios y terroristas, además de que militares turcos también han invadido la zona, con el presunto fin de eliminar a elementos kurdos adversos antes alentados por el Pentágono y hoy abandonados.
No obstante lo anterior y las agresiones misílísticas israelíes, el gobierno de Bashar al Assad se ha consolidado y con la asistencia rusa piensa destruir nuevos planes agresivos urdidos por EE.UU. y varios aliados europeos e Israel.
UNA HELMS-BURTON PARA SIRIA
Mientras once millones de sirios necesitan de ayuda humanitaria en medio de la pandemia de la COVID-19, el presidente Donald Trump firmó una ley, denominada César, en memoria de un sirio traidor y agente de la CIA, para negar pan, medicinas y techo al valiente pueblo.
A fin de lograr su rápida aprobación, la ley fue colgada a otra principal que repartía el presupuesto militar de más de 730 000 millones de dólares para el ejercicio 2020-21.
La nueva ley aumenta el riesgo de que los bancos y los comerciantes extranjeros eviten hacer negocios con los sirios y la imposibilidad para el ciudadano común de reconstruir su hogar y regresar a la normalidad.
La Ley César también trata de evitar que otros países colaboren en la reconstrucción de Siria, como lo han expresado Rusia. Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Irán y Turquía, entre otras naciones.
Trump recurre a la misma política de “presión máxima” que ejerce contra la República Islámica de Irán, mediante sanciones económicas, comerciales y financieras, de alcance extraterritorial, para impedir que el gobierno de Al Assad impulse la reconstrucción del país y que Rusia e Irán se alcen como vencedores de la contienda.
El poder imperial estadunidense se resiste a perder la influencia regional reconquistada por Rusia, aliada y garante de la seguridad estratégica de Siria desde la década de los ’60, lo que permitió la construcción de la única naval rusa en el Mediterráneo.
En cuanto a la espuria ley que pretende meter en un atolladero cualquier ayuda a Siria, Rusia ya está dando la debida respuesta, ratificando una solidaridad ya puesta a prueba y aprobada.
Fuente: Cuba.sí