Estados Unidos e Israel juegan con fuego en Siria

Damasco, SANA

Si alguna vez en una guerra sin declaraciones oficiales las llamadas líneas rojas jugaron un papel, en Siria, Estados Unidos e Israel sobrepasan esos límites en una escalada de imprevisibles consecuencias.

De enero a la fecha, esta nación del Levante es objeto de entre dos a tres ataques por mes desde territorios ocupados por el régimen sionista de Tel Aviv en el Golán, Palestina y el espacio aéreo libanés.

Las regiones sirias atacadas se ubican al sur de Damasco, en áreas de Quneitra y hacia el este, en la provincia central de Homs, al tiempo que a partir de pasos fronterizos con Iraq, entran al menos semanalmente dos convoyes estadounidenses con equipamiento militar de todo tipo y material de apoyo logístico, en evidente violación de las leyes internacionales.

Con similares objetivos, las agencias de inteligencia de Estados Unidos e Israel promueven atentados selectivos contra dirigentes y personalidades sirias o representantes de naciones aliadas con Damasco del movimiento de resistencia libanés Hezbolá, de Irán y palestinos.

Asimismo, alientan la actuación de organizaciones como el Estado Islámico, Daesh en árabe, contra el Ejército sirio y la infraestructura en el desierto de Al Badiya, en la provincia de Homs, luego de presuntamente ‘derrotarlos’ y liquidar a su principal cabecilla, Abu Bakr Al Baghdadi, en 2019.

Esas provocaciones, intensificadas a partir del inicio del actual año, incluyen áreas productoras de petróleo y gas en las provincias de Raqqa, Deir Ezzor y Homs, en las cuales utilizan como fuerzas de choque a las denominadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), integradas mayormente por kurdos.

De igual forma, Estados Unidos desarrolla una activa escalada de ‘inspección’ en las costeras provincias sirias de Tartus y Latakia por medio de aviones espías tipo Poseidón, en las que están instaladas dos bases rusas por acuerdo de larga data con el Gobierno sirio.

Los datos al respecto están basados en denuncias concretas no solamente de Damasco, Moscú o Teherán sino en sitios como Al Masdar, los interrogatorios a desertores de grupos extremistas y las informaciones divulgadas por Wikileaks y el exespecialista de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Edward Snowden, incluso desde el 2014.

Un papel relevante en ese sentido, tienen la actuación y la labor continua del Centro de Inteligencia Terrestre regenteado por Washington en Ammán, Jordania, junto a países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN).

Vale agregar a dichos elementos, los difundidos por la Red Voltaire y que responden a un largo y meditado plan con los nombres claves de Nido del avispón y Sycamore, especialmente concebidos para ‘crearles un enemigo permanente’ al régimen sionista de Tel Aviv.

De conjunto, cada una de estas acciones está respaldada por un notable incremento de la labor de la unidad especial del Mossad israelí, denominada 8200, destinada a la labor de vigilancia de los gobiernos vecinos, operaciones encubiertas y que según el primer ministro, Benjamín Netanyahu, garantizan el papel de Tel Aviv como un ‘poder cibernético’ de marcada influencia y control en internet y en plataformas como Facebook, Telegram, Skype y las redes sociales.

Tales líneas de ‘trabajo’ tienen además, el objetivo de neutralizar las críticas y violaciones del Derecho Internacional por parte del régimen sionista y con lo cual tratan de imponer una peligrosa e inquietante impunidad.

Los hechos en el terreno resultan incontrastables y convierten la violación de las mencionadas ‘líneas rojas’ en una peligrosa situación sin precedentes en el Oriente Medio, dirigidas a destruir a una nación de carácter secular, de tolerancia y defensora de la soberanía e independencia tras casi nueve años de guerra terrorista impuesta.

Fuente: Prensa Latina

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