Las fases de la guerra mediática contra Siria

Damasco, SANA

Desde hace algo más de 10 años, cuando la campaña contra Siria arreciaba y entraban al país miles de mercenarios en preparación de una agresión indirecta, fue acelerada la primera fase de una guerra mediática sin precedentes en el Medio Oriente.

Resulta equiparada en costos con los casi 110 mil millones de dólares empleados desde los centros de poder occidentales y de la región en diversas etapas militares contra Iraq y Afganistán. A través de los sistemas satelitales Intelsat y Eutelsat, al menos 10 canales transmitidos por esas vías y más de 540 mil sitios en internet, fue aplicada una amplia gama de fake news (noticias falsas), que como premisa satanizaba en todos los órdenes al gobierno legítimo encabezado por el presidente Bashar Al Assad y la actuación del Ejército nacional para impedir la destrucción del Estado y sus instituciones.

El plan era la conclusión de la intensa labor de las agencias de inteligencia occidentales y de algunos países de la región para desmontar a un Estado de tolerancia religiosa, con más virtudes que defectos, secular, defensor de los recursos naturales nacionales y las posibilidades geográficas de ser un punto de tránsito entre Asia y Europa.

Esa inquietante realidad estaba conjugada con la labor de sabotaje y desestabilización de no menos de 80 mil efectivos de grupos terroristas presentes desde los inicios de la crisis con mayor o menor magnitud en las 14 provincias de esta nación del Levante, incluidos los barrios periféricos de Damasco, la capital.

Aún en los peores momentos iniciales, el proyecto de alentar una guerra civil interna no prosperó a pesar del intenso barraje mediático, el cual entre sus ideas básicas exacerbaba las diferencias étnicas y sociales y de base confesional.

Esto en un país de mayoría musulmana pero en el que conviven cristianos de diversas tendencias e incluso judíos y tribus de orientación ancestral y ritos habituales de larga data en las zonas desérticas basadas fundamentalmente en clanes familiares.

CRONOLOGÍA DE LAS FASES

La primera fase de la guerra mediática contra Siria, estuvo conjugada con una intensa actividad terrorista de atentados, secuestros, robo de objetos arqueológicos y saqueo de recursos como el petróleo.

Dirigida a crear estados de opinión basados en tergiversar las acciones bélicas en el terreno, infiltrar provocadores en actos públicos, facilitar celulares a los saboteadores para sobredimensionar cualquier hecho y agudizar enfrentamientos de base confesional, además de promover en internet vías para una ‘divulgación’ de operaciones de grupos como el Estado Islámico, Daesh en árabe, y la ahora Junta para la Liberación del Levante, otrora Frente Al Nusra, entre otros.

De igual forma, se bloqueaban los accesos a internet de medios oficiales sirios e infiltraban las redes sociales, métodos empleados en la falsificación de presuntos ataques químicos en zonas de la capital, o en las ciudades de Alepo, Homs y Hama, fundamentalmente.

Asimismo, desde las fronteras con Turquía e Iraq se promovió la entrada ilegal de reporteros de medios occidentales y de la región como las agencias EFE, Reuters o supuestamente ‘independientes’ , los cuales tributaban sobre todo a medios como el periódico español El País, la británica BBC y la cadena qatarí Al Jazeera, así como a la agencia turca Anadolu, los canales Orient Press, también desde Qatar, el turco Channel Cuatro, Massaya TV, en Dubai y la Arab News Network, con sede en Londres.

Particular relevancia en esta fase de guerra mediática tuvieron el denominado Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Coventry, Reino Unido y los medios del régimen sionista de Israel, como parte de una labor continua de inteligencia dirigido a los atentados selectivos contra personalidades, científicos y profesionales sirios o de representantes de movimientos aliados a Damasco como el libanés Hezbolá, y de Irán y Rusia, entre otros.

Todos lo expuesto se entrelazó en los casi 10 años de guerra impuesta a Siria para arribar a una tercera fase, en la que ante las continuas derrotas de las organizaciones terroristas, se recurre a un incremento notable de la presencia de éstas en sitios web, la llamada Red Oscura en informática y en las redes sociales o en sitios como Telegram, Skype y Facebook.

LOS HECHOS ACTUALES

En el presente, la evidencia del uso de la tecnología como factor estratégico ante los reveses en el terreno militar, permite a los grupos terroristas la difusión ampliada de sus ‘objetivos’ y llegar en la actualidad más de 10 mil sitios de presencia online, de solamente 12 con los que contaban en 1998, según datos publicados y nunca desmentidos por el Common Lab, de Washington, Estados Unidos.

‘Todas las organizaciones terroristas están en línea y usan muchas plataformas’, admite Gabriel Wimann, profesor de Comunicación de la Universidad israelí de Haifa y muy lejos de tener simpatías por Siria, quien sin embargo plantea ‘que no hay forma de bloquearlas porque sería contraproducente’, criterio manejado con bajo perfil y jamás negado por los servicios de inteligencia de Estado Unidos e Israel.

Tanto el Daesh como el otrora Frente Al Nusra, entre otros, emplean salas virtuales de foros y charlas, intercambio de ficheros en YouTube y Facebook, manejo de tarjetas de créditos a través de PayPal o Skype, servicios de pago en línea y supuestas donaciones a organizaciones benéficas, basados en delitos contra la propiedad intelectual, el fraude en subastas públicas y empresas fantasmas creadas al efecto.

Todos esos medios, además de la desinformación mediática, contribuyen en las plataformas de internet a divulgar instrucciones de actos terroristas, reclutamiento virtual, cómo fabricar explosivos o adquirir armamento variado.

Para lo cual, de acuerdo con datos publicados, emplean cifrados variados y con claves ocultas y otras técnicas de los softwares especializados como Asrar Al Mojahedeen o Mujahedeen Secrets, no solamente en árabe sino en varios idiomas.

Tales acciones, intensificadas en la actualidad, aunque conocidas por los servicios de inteligencia occidentales y varios gobiernos de la región, y a los cuales debe sumarse la Interpol, no tienen una política de seguimiento y neutralización aún cuando Naciones Unidas lanzó desde fines de los años 90, una denominada Estrategia de los Estados Miembros al respecto pero como bien argumentó en su momento, es un modelo pero no crea obligaciones.

Siria trabaja para contrarrestar esta guerra mediática, porque el fenómeno expuesto se dirige a diversos estratos sociales y de influencia para bien o para mal, en este caso, según argumentara recientemente Bassel Nayyuf, jefe de redacción del sitio web de la agencia siria SANA.

El reto es fuerte, en particular porque esta nación del Levante como cualquier otra que defienda su soberanía e independencia, se enfrenta a un control tecnológico y comunicacional mayoritario desde los centros de poder occidentales.

Por Pedro García Hernández

FuenteL: Prensa Latina

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