Siria y el rescate de las tradiciones culturales

Damasco, SANA

Los miles de años de antigüedad y el cruce de no menos de siete civilizaciones, definieron en Siria las tradiciones culturales basadas en características propias comprobadas en la práctica tras estudios de especialistas nacionales e internacionales a lo largo de la historia.

La ciudad de Damasco resulta el más evidente ejemplo de tal mezcla y las definiciones que marcaron la convivencia de múltiples etnias, diversas creencias religiosas, costumbres sociales y familiares expuestas en sitios y vestigios arqueológicos y una amplia compilación de documentos al respecto.

Aún en medio de una guerra brutal impuesta durante casi nueve años, la capital siria es asentamiento de 255 antiguas instalaciones que incluyen cementerios, escuelas, mezquitas, zocos, iglesias y minaretes, entre otros abundantes vestigios existentes pero menos concentrados en las 14 provincias del país y sus 185 mil kilómetros cuadrados de extensión territorial.

Dicha cifra representa el 41 por ciento del total de edificaciones públicas o de uso social, religioso o puramente cultural, en las cuales a cada paso se encuentran las evidencias de mezclas de conductas morales, éticas, de alimentación o de base confesional típicamente musulmanas, cristianas o de cualquier otra tendencia.

Ash Sham, Dimashq o Ciudad Jazmín, como se denomina indistintamente, Damasco, tiene cuatro mil años de historia y con más de cuatro millones de pobladores, es una de las urbes más antigua del mundo con símbolos internacionales reconocidos como la mezquita de las dinastía de los Omeya, el casco histórico de la ciudad y barrios de milenaria y diversas tradiciones como Bab Tuman o Midan, entre otros.

Las tradiciones culturales en el tiempo

De los 365 días del año, la sociedad siria dedica 81 a celebrar, rememorar o rendir homenaje a temas destinados al medio ambiente, la infancia, la cultura en general, la mujer y a los cuales se agrega el mes sagrado musulmán del Ramadán, cada año en distinta fecha, en correspondencia con el calendario lunar y la evolución de ese satélite de la Tierra.

Tras reasumir el control de más del 90 por ciento del territorio de la nación, y el paulatino regreso a la normalidad pese al actual foco de terrorismo en la provincia de Idleb, a unos 320 kilómetros al norte de Damasco, vuelven a resurgir festivales y eventos culturales urbanos y rurales tradicionales dedicados a la flor nacional, el jazmín, o vinculados a las cosechas de la uva, el olivo y otros vitales cultivos como el algodón y el trigo.

Sitios cercanos a la capital como las poblaciones de mayoría cristiana de Malula, Sednaya o en Bloudán, así como en las zonas costeras mediterráneas de Tartus y Latakia, rehabilitan tradiciones, eventos de carácter religioso y sociales de base confesional musulmana, a la cual se integra cerca del 90 por ciento del total de los habitantes de Siria.

Los zocos antiguos de Damasco, Alepo o Homs, entre otras, vuelven a la vida para continuar el desarrollo de artes de larga data como la orfebrería, las confecciones textiles típicas, bordado de alfombras y objetos utilitarios definidores de viejos oficios, costumbres y vínculos familiares.

Particular relevancia tienen actualmente la preservación de los cascos históricos de Damasco, Alepo, Bosra, Palmira o las llamadas Aldeas del Norte, lugares declarados Patrimonio de la Humanidad a partir del año 1979 y hasta el 2011.

Para superar los daños causados por la guerra terrorista impuesta y el férreo bloqueo económico, las autoridades del país instrumentan colaboraciones con la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y otros organismos o entidades no gubernamentales como la Fundación pakistaní Aga Khan y de colaboradores y especialistas de Hungría y Rusia, fundamentalmente.

Así por ejemplo, se labora de conjunto con el Museo ruso del Hermitage, para rescatar los íconos de antiguas civilizaciones en Palmira con el apoyo de la Dirección Nacional de Museos y universidades como la de Damasco.

De igual manera, se dirigen esfuerzos para ratificar ante la Unesco, las propuesta que desde 1999 incluyen a sitios patrimoniales como las norias de Hama, los sitios arqueológicos de Ugarit, Ebla, Mar, Dura Europos, Apamea, Malula, Qasr Al Hayr y Tartus.

La abarcadora cultura siria

En correspondencia con esas labores, abarcadoras de la impronta de siete civilizaciones asentadas en su momento en el llamado Creciente Fértil (el cual abarca territorios de Iraq, además de Siria), el actual esfuerzo está respaldado por estudios y documentos elaborados en el transcurso de los años por más de 200 equipos de expertos nacionales e internacionales.

Culturalmente, Siria muestra al mundo la conservación de mil tablillas de barro de escritura cuneiforme de tres mil años de antigüedad del primer período babilonio y de otras mil 500 en áreas de la localidad de Ugarit, provincia de Latakia, donde existen muestras del alfabeto más antiguo del mundo que data del siglo XV antes de Cristo.

Aún con recursos limitados pero que exigen eficiencia y precisión, se dirigen labores de rehabilitación en ocho museos de Damasco, tres en Alepo, dos en Hama y Homs, respectivamente y los de Quneitra, Bosra, Sweida, Tartus, la isla de Arwad, Latakia, Deir Ezzor y Palmira, cada uno con expresiones únicas pero que se incluyen en la historia cultural de esta nación del Levante.

La diversidad y la integración o vínculos entre cada expresión cultural e histórica es una necesidad, así como el mantenimiento de géneros poéticos y musicales, religiosas y seculares o de la danza folklórica Dabka, vestimentas como el shirwad de los hombres o el thot, la melaya y el niqab para las mujeres.

Tal mezcla, con respeto, tolerancia y convivencia puede apreciarse en cada rincón citadino o rural, en el entorno familiar y la preservación de las más diversas costumbres.

Marhaba (hola) y kif haalek (¿cómo estás?), son expresiones habituales en cada lugar de Siria, en una calle de Damasco, en Mysiaf, una ciudad de mediana población o en aldeas como Rabu, donde la unión familiar, el respeto y las costumbres son un punto de partida que garantiza la supervivencia de tradiciones culturales.

La cultura siria, a pesar de los intentos destructivos tras casi nueve años de guerra impuesta, es un homenaje a la grandeza de la civilización árabe islámica y forma parte de una creatividad arraigada en una sociedad de miles de años de existencia.
Por Pedro García Hernández

Fuente: Prensa Latina

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