Damasco, SANA
Un artículo traducido por el sitio el Al-Maydeen en español cita un análisis de Scott Ritter, un exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines quien afirmó en un informe publicado en el sitio www.theamericanconservative.
Las malas políticas, como la empleada por Estados Unidos para sacar del gobierno al presidente constitucional de Siria, Bashar Al-Assad, nunca terminan bien, opinó Scott Ritter, un exoficial de inteligencia del Cuerpo de Marines que sirvió en la antigua Unión Soviética implementando tratados de control de armas y en el golfo Arábigo durante la Operación Tormenta del Desierto, entre otras misiones.
Ritter analiza en un informe publicado en el sitio www.theamericanconservative.
“Assad debe irse.” Esas tres palabras definieron la política estadounidense sobre Siria desde que el presidente Obama las aludió por primera vez en una declaración oficial de la Casa Blanca publicada en agosto de 2011, plantea el experto al analizar cuatro pautas que llevaron a Washington al fracaso en la región y enaltecieron la política de diplomacia de Rusia frente a la fuerza de Estados Unidos y aliados.
El autor desgrana los escenarios donde la fallida política de Estados Unidos con respecto a Siria-Afganistán, Astana, Adana y Ankara, cayó en el barranco.
En primer lugar tratar de calcar Afganistán en Siria entrenando y equipando encubiertamente a los terroristas, fue una idea fracasada.
En segundo lugar Ritter plantea que el “el Proceso de Astaná”, un esfuerzo diplomático dirigido por Rusia ostensiblemente diseñado para facilitar un final pacífico de la crisis siria.
En tercer lugar está, según opinó, el revivir del acuerdo Adana donde Damasco y Ankara negociaron en 1998, para encontrar una solución diplomática.
Argumenta, además, que la presencia militar estadounidense en Siria como parte integrante de una “noble alianza” entre Estados Unidos y las Fuerzas de Autodefensa kurdas para enfrentar el azote de Daesh, es una falacia.
En esencia, opinó, esto ignora la realidad de que Estados Unidos estuvo comprometido con el cambio del gobierno en Siria desde 2011, y que la lucha contra Daesh no fue más que una muestra secundaria de este objetivo político más amplio.
“Ante el fracaso diplomático de EE.UU de cambiar el gobierno sirio, Obama recurrió a la CIA para que armara a los llamados “rebeldes” sirios como en Afganistán para lograr sobre el terreno lo que no podía estar en una mesa en Ginebra”.
En ese sentido, la CIA aprovechó la animosidad turca hacia Siria en 2011 para canalizar cantidades masivas de equipo militar, armas y municiones de Libia a Turquía, donde se utilizaron para armar a una serie de terroristas que operaban bajo el paraguas del llamado Ejército Libre Sirio, algo denunciado por Damasco en su momento.
Como muestra del fracaso de los esfuerzos estadounidenses para crear una oposición armada viable muchas de las armas y equipos cayeron finalmente en manos de grupos yihadistas radicales alineados con al-Qaeda y, más tarde, con Daesh.
La realidad es que Washington fracasó en derrocar al presidente de Siria.